domingo, 28 de octubre de 2007

Fuiste víctima de un presentimiento. Fue tu excusa para echarme un ojo, y tuve miedo.
No a la ausencia, nunca al abandono.
Me aterroriza tu silencio, mientras miras inquieto a través del rabillo de la puerta.
Soy un saco de tormentos,
sin vida más allá de esta prisión que muchos confunden con intimidad, en la que existimos solos, cada uno luchando con sus propios muertos.

Hay un hoyo en la pared del cuarto y tengo miedo.
A tu mirada astuta, vigilante, siempre extraña como la de un lobo. Me asustas mucho.
Sobrevives al derrumbe del amor y hasta a la muerte…
¿Será eso cierto? Estaré loca entonces cuando te encuentro siempre
en sueños, en el supermercado, en una edición vieja del periódico, en los carros a mi lado cuando espero en los semáforos.
Estaré loca cuando te escucho en mi conciencia y me espantas las ganas de seguir…

Me asustas mucho.
No es posible, me reclamo, que en la eternidad sigas presente
y que las dudas me persigan como el tacto de tus manos mientras duermo.

Tengo miedo a que veas lo que soy, a que descubras lo que nunca he sido. Al pasar del tiempo.

El terror se apodera del presente.
Del futuro que no compartiré contigo.
Del pasado que no se agota y de tu mirada, siempre, ahí, acusadora.

Por favor suelta los hilos, permite que mi cuerpo golpee el fondo, que golpee duro.
Pero nunca dejes de mirarme a la distancia, en las calles, en los parques, dentro del alma de los vivos.
Asústame, si quieres. Prometo desvestir mis miedos cada que sienta esos ojos fijos observando por el hoyo de la puerta.

viernes, 12 de octubre de 2007

He trabajado 8 días seguidos sin descansar, y los que me faltan... Ya el café no me hace nada, mi aspecto personal y mis ojeras dejan mucho qué desear, y mi nivel de estrés ha subido en un 200%. Súmenle que para bajarlo le he debido dar un uso prolongado a las bebidas alcohólicas en las pocas horas que me quedan libres, y hoy aquí, estoy escribiendo directamente al blog como nunca lo hago.
Desde un cubículo triste y cansado, como yo, les mando un saludo.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Pesadilla en Monterrey

Para los interesados en asistir a los eventos del dichoso Fórum de una vez les digo que ya todo está agotado. El fraude de hacer este evento internacional ha creado una locura colectiva en una ciudad que sólo presume de cosmopolita, pero que en realidad no está preparada para organizar semejante borlote, ni mucho menos, de recibir a turistas que no saben decir ni "fundidora" en español.
Monterrey -con todo y que tengo muy buenos amigos allá y que no soy nadie para criticarla siendo de Saltillo- es una ciudad con dinero pero con el espíritu palurdo del mexicano. Les gusta echar la casa por la ventana pero sin saber ni porqué ni para qué hacen las cosas. Son los organizadores predilectos de un mega guateque de quinceaños.
Y así es, el Fórum con todo y su Paseo Santa Lucía (que ya lo quiero ver en unos meses) es un claro ejemplo de malgastar el dinero para quedar como los mexican mejor parados. Espero, en realidad, que les vaya bien en este asunto y que por lo menos la inversión sirva para disfrutar, a futuro, los nuevos espacios creados para la ocasión.
Aciertos tienen, por supuesto (si no entonces qué desperdicio). Uno de ellos es la expo en Marco de Julio Galán. Si les gusta el arte provocador y valemadrista, pero con dominio de técnica (habló la pseudo crítica de arte que llevo dentro, jeje) entonces no se la pierdan. Mucho mejor que Frida Kahlo, que la pobre como pintora no daba ni un brochazo acertado. Que si los comparan los críticos... válgame, con buena razón Galán se quejaba. Y aunque los dos estaban bien pirados, su lado artístico surgió como si fueran polos opuestos. Galán era un artista nato con problemas emocionales, que reflejó sus frustraciones y miedos a través del arte. Kahlo, por el contrario, sufrió primero y eso la convirtió en pintora (¿qué más podía hacer con tanto tiempo libre y enyesada hasta la cintura?).
Total que la verdad, si se dan una vuelta por Monterrey, vale la pena visitar estas exposiciones, y si lo que quieren es sacar a relucir el cobre un rato, el lago al estilo Xochimilco con toques burlescos venecianos (chido ver una combinación de góndolas con trajineras) es una gran opción, por lo menos para creer que en el mundo no falta agua ya que los regios la siguen desperdiciando.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Del Búfalo de la noche, sólo una palabra: basura.

viernes, 17 de agosto de 2007

La maldición imperdonable

Para escribir el final de Harry Potter J.K Rowling debió pedir asesoría a Rosy Ocampo, El Güero Castro o mínimo a Juan Osorio...
Tanto trabajo, tantos años de adversidad y tanto tiempo dedicado a crear una historia de fantasía que parecía llegar a la inmortalidad dentro de ese género, fueron despedazados por un impulso poco más que melo-romántico de la autora.
La superó su amor por el personaje y su visión de un mundo feliz que va más allá de lo que la narrativa debe permitir. Hasta los productores de telenovelas saben que un besuqueo frente al altar y un 'vivieron felices para siempre' es el cierre más adecuado para una historia de amor, y no un "Angélica Vale y Jaime Camil, 20 años después".
Es verdad que como lectores o espectadores siempre queremos más, pero la verdadera magia de la narrativa ¡todo el mundo lo sabe menos J.K. Rowling! es terminar ofreciendo las respuestas y dejándole al lector las armas para crear su propia historia y para sacar sus propias conclusiones.
Rowling quiso que todos los lectores de Harry Potter supiéramos cómo termina la historia en su propia cabeza, y no sólo cómo termina en el sentido literario, el único al que debió darle importancia.
El libro es bueno, en términos generales. Las muertes que tanto escandalizaron no fueron más que un truco publicitario, que al final ni siquiera conmueve. Los misterios fueron resueltos, aunque me parece que quedan algunos cabos sueltos. El final, hasta donde termina el último capítulo, puede ser el adecuado. Un niño, estoy segura, va a disfrutar el mensaje: el bien le gana al mal, que es el propósito principal en este tipo de historias.
Es como muchas otras novelas de corte fantástico. La trama funciona porque es predecible pero a la vez hay misterios, mitología, humor y sorpresas al final de cada libro. El empeño que le prestó la autora a los detalles sobre un mundo mágico es digno de reconocimiento. Es una novela sin ambiciones psicológicas y sin pretensiones lingüísticas, lo que la convierte en una muy buena historia para niños y adultos que sólo buscan diversión, con el agregado de conocer ciertos pasajes históricos o mitológicos de la fantasía.
Y como a mí nadie me lo advirtió, intentaré salvar a algún inocente que esté leyendo el último libro o lo vaya a hacer. Bien dicen que nadie escarmienta en cabeza ajena y estoy segura que va a poder más la curiosidad, pero por favor: ¡NO LEAN EL EPÍLOGO!, la última maldición imperdonable de Rowling. Si lo hacen, como yo, se llevarán una gran decepción.
(Para los que me criticaron por leer Harry Potter éste es el momento de decir: "¡Te lo dije!")

lunes, 13 de agosto de 2007

Las razones de mi ausencia

¿Quién diría que todas las mañanas libres y varias horas por las noches, más dos días de descanso a la semana, no me alcanzarían para nada? Sólo debo cumplir con un trabajo fijo, una tesis maléfica que le estoy elaborando a un egresado de la Normal, una novela de amor medio ridícula que mientras más la escribo menos le avanzo, la lectura del séptimo libro de Harry Potter y unas cuantas amistades bohemias imposibles de rechazar.
El tiempo ya no me alcanza ni para decir mentiras en este blog o ponerme obsesivamente romántica. Por lo pronto, explico el porqué de mi ausencia tanto tiempo de este sitio al que por lo menos debería subir fotografías (no sé cómo) o poemas de Sabines, mínimo para que no se vea tan abandonado.
Por lo pronto, tengo que seguir trabajando en eso de la editada de notas de espectáculos (Niurka fue a la fiesta del hijo de la Trevi, es lo último). Lo de la tesis, para alguno que otro de mis amigos lectores que saben a lo que me refiero y a los que he debido rechazar sus invitaciones, les comento que ya va mejor, casi termino. ¿Por qué acepté involucrarme en semejante ilegalidad? Pues por la necesidad económica que cada día me hace ver más ambiciosa, jeje.
Pero en realidad mi verdadera perdición en estos días, que no debería reconocer en el mundo cibernético donde abundan los fantoches que se creen muy intelectuales y que sólo leen de Joyce para arriba y nada más ven cine de arte (total, mi blog casi nadie lo lee) es la apasionada lectura del último libro de Harry Potter. Estoy a pocas páginas de terminarlo y ya derramé unas cuantas lagrimillas con algunos capítulos. A los que también les gusta -y miren que he conocido a gente respetable que ni se imaginan que le agrada Harry Potter- podemos entablar una buena conversación con respecto a ello. A los que no son víctimas de la pottermanía, les ofrezco la grandiosa oportunidad de criticarme cuanto quieran, la verdad es que no me importa.
Y ahora sí no me pierdo, lo prometo.

sábado, 30 de junio de 2007

Miradas que lo dicen todo

Dicen que la sociedad no encuentra formas de entendimiento civilizadas y que los seres humanos nos dejamos llevar por pasiones, odios o ambiciones antes que intentar negociar con nuestro prójimo. Yo creo que de alguna manera extraña y surrealista existen momentos que lo resuelven todo. Hablo de un entendimiento más allá de lo esperado y de lo razonable. Un momento de pacto visual que saca a flote la verdad, aún y cuando las palabras expresen lo contrario. "Nos vemos pronto..." puede ser una frase que se digan dos personas con una historia inconclusa, pero con una sola mirada, los conocidos se despiden, intuyen -o más bien tienen la certeza- que ninguno buscará otra nueva oportunidad de reanudar una relación desgastada.
La guerra, estoy segura, se ha declarado entre países con sólo una mirada. Los diplomáticos dicen "estamos negociando", pero entre ellos el contacto visual pone fecha al inicio del conflicto. "Así es el business hermano, a darnos con todo...", entienden los dos entre miradas resignadas.
Con muchas personas he logrado realizar pactos visuales. Amigos que dejaré de ver por un tiempo, relaciones terminadas, rechazos amorosos, conflictos en el trabajo... Con una sola mira sabe, quien me conoce, si alguna vez he sentido por él o por ella un cariño sincero. Lo mismo lo sabe quien me hizo daño o a quien ya no le confío nada. Las miradas son mágicas, crean además un lenguaje del alma que ni con diccionarios o academias es posible descifrar. Ni el hombre más terco, loco o aferrado escapa de entender que algo o alguien no es para él si se le mira fijamente.
Importantes, dolorosas, hermosas, resignadas, cariñosas, simpáticas, retadoras, conmovedoras y tristes miradas he pactado con muchos seres que de alguna manera han definido el rumbo de vida. A todo ellos, gracias.

lunes, 18 de junio de 2007

Alguien se robó mi inspiración, ¡DEVUÉLVANLA!

(Soy un fraude en esto de las letras)

sábado, 26 de mayo de 2007

Hubo una vez una llamada a las tres de la mañana, un quimérico juego de ternuras que no era más que una historia mal contada. Hubo una vez unos segundos necios, dos miradas fijas que algo tendrían, qué se yo, de necesarias. También hubo risas y “momentos” y llantos inconclusos, una vulgar novela de un único capítulo, corto además: mal escrito. Hubo una mujer sin rumbo y un hombre con muchos rumbos fijos. Algo de sinceridad, un poco de cariño prometido (de antemano, por supuesto). Hubo cierto espíritu de lucha y muchas ganas de creerlo todo. Hubo vino y música y deseos… un relato convertido en sal cuando miró el futuro desobediente y terco, tentado a saber qué existe más allá del límite propuesto.

Hubo una vez una llamada, de madrugada. Una mirada innecesaria que algo dijo… pienso que sí la hubo (no me crean tanto).

viernes, 25 de mayo de 2007

Betito

Betito habla con la Virgen y ésta nos mandó decir a través de él que no critiquemos a los sacerdotes porque ellos sus hijos predilectos "sean como sean".
Por favor, yo que ni siquiera soy católica promuevo más el respeto.

martes, 15 de mayo de 2007

Arriba los malos profes!

Hay maestro que nos marcan la vida, que con su ejemplo nos ayudan a ser mejores y sus consejos son, más que los de un amigo, los de un guía espiritual que vela por nuestro bienestar a pesar de sus propios sueños. A todos esos excelentes maestros no les dedico estas líneas, pues ya estudiantes, ex alumnos, periodistas, comerciantes y hasta el gobierno los reconocerán hoy en su día y dirán de ellos las maravillas que han logrado con su noble labor.
Hoy aquí voy a recordar a todos aquellos maestros que me dieron otra lección de vida: lo que no se debe hacer ni como profesor ni como ser humano. Estos maestros colocaron piedras gigantes en mi camino, me impusieron desafíos extremos de tolerancia y hasta lograron que con el paso del tiempo aprendiera a dominar mis deseos de venganza. Me hicieron todo un Lama del sufrimiento escolar.

El flojo
De esos tuve muchos. Llegaban al salón -cuando iban- crudos o hasta con aliento alcohólico. Se sentaban en el escritorio y lo menos que deseaban era voltear a ver a sus alumnos. Con algo de molestia te pedían que sacaras el libro y que hicieras un resumen de veinte cuartillas de los primeros cinco capítulos. Tuve una maestra que hasta se ponía a pintarse las uñas de los pies en clase mientras todos seguíamos enfrascados y fracasados con nuestro resumen.

El mañoso
De esos que se les quedan viendo a las alumnas como si quisieran cumplir la mayoría de sus fantasías sexuales. Las saludan de beso y les dan hasta "nalgaditas" en el buen sentido para demostrarles su apoyo. Les miran las piernas durante las clases y hasta les hacen proposiciones indecorosas a cambio de pasarlas en el examen. Los mañosos inofensivos no pasan de incomodarte durante el semestre, pero hay casos de mañosos psicópatas que han llegado a engañar, acosar, violar o hasta iniciar a jóvenes en la pornografía.

La harpía
Es la maestra desgraciada que todos alguna vez tuvimos. Si es soltera o divorciada la cosa empeora. Es estricta en una forma que raya en la injusticia. Impone castigos innecesarios y pone en ridículo a los alumnos débiles frente a los demás. No tiene corazón ni alma ni nada que se le parezca y aún así uno debe aprender a soportarla.

El frustrado
Sus sueños de escritor famoso o arquitecto reconocido terminaron en un salón de clases. Sin vocación de maestro, éste es el típico profesor frustrado que llega a un escritorio queriendo ver caer a los demás junto con él. No confía en los alumnos ni en sus habilidades y mucho menos los alienta a buscar un futuro prometedor. Por lo general se ensaña con el joven talento de la clase y hasta busca reprobarlo pues en él descarga toda su frustración.

El barco
Carece de completa autoridad frente al grupo. Su materia es en extremo aburrida y le importa poco si enseña bien o no. Al final es sabido que todos pasarán con él y hasta con buenas calificaciones.

El ignorante
Este profesor llegó al aula por bendito milagro. No tiene ninguna habilidad o conocimiento y por lo tanto, hasta se llega a desconfiar de la veracidad de sus enseñanzas. Si sabes un poco de la materia te quedas con cara de ¿cómo... yo pensaba qué....? Y es difícil que te saque de la duda. En realidad resulta inútil su presencia, más cuando imparte alguna materia práctica o que implique algo de tecnología.

El famoso
Te morías por que te impartiera la materia por ser alguien reconocido, pero a la hora de estar en clase con él descubres que no eres su prioridad. Estos profesores, famosos en su campo, son nefastos cuando no tienen ni tiempo ni ganas de ser maestros, y no sabes ni por qué aceptaron el trabajo. Van a dos o tres clases durante todo el semestre y en esas ocasiones llegan tarde o se van temprano. Siempre están hablando por celular y su instrucción se resume a decirte: "échale ganas como yo, no te des por vencido, y serás exitoso".

Saludos teachers, y felicidades!

lunes, 7 de mayo de 2007

"Hijos sí, maridos no"

Y ahora sí no es que yo lo diga... Hace un tiempo le conté a un amigo que yo quería tener un hijo después de los treinta, pero que quería hacerlo sin estar involucrada sentimentalmente con una pareja. La razón es que todo el proceso del embarazo y de la maternidad me parecen un milagro natural que debería ser cien por ciento disfrutable. No soy feminista ni considero que hombres y mujeres seamos iguales, por lo tanto, es imposible que exijamos que la escala de prioridades de los dos sexos sea la misma (lo que sí es justo es que tengamos los mismos derechos y obligaciones ante la ley). Aunque muchos hombres también vean fascinante el proceso de la maternidad, sólo las mujeres podrán experimentar esos cambios y esa dicha de ver formarse un nuevo ser en su vientre. Si con estos hombres, sensibles ante tal fenómeno, es difícil convivir en cierto momento, imaginen cómo será atravesar toda esta etapa al lado de un hombre que no lo ve con ojos de "milagro".
"No vayas a engordar", "yo como quiera voy a salir con mis amigos", "¿por qué ahora haces menos quehacer que antes?", "no me esperes despierta" o "no seas chiflada, estás demasiado sensible" son frases y reclamos que no deseo escuchar cuando esté embaraza.
Que un hombre se involucre en el embarazo de la pareja, que acceda a permanecer con ésta en los buenos y en los malos momentos y que al igual que ella, acepte sacrificar esa vida de solteros que hasta un tiempo antes los dos gozaban, es el sueño de toda mujer. Pero esto parece ser tan difícil como pretender que después del embarazo el hombre vuelva a verla como la amiga y amante que solía ser antes de tener un hijo.
Con este contexto de sufrimientos innecesarios -aunque no digo que todas las parejas ni todos los hombres sean iguales- resulta tentadora la opción de Hijos sí, maridos no, fenómeno creciente que da nombre al libro de María Antonieta Barragán y Mónica León.
Esta investigación sociológica descubrió que siete millones de mujeres en México son madres solteras. Algunas divorciadas, otras abandonadas y muchas porque así lo decidieron. Estas últimas, según el estudio, son mujeres que aunque no tienen una pareja eligen ejercer la maternidad, que están en una edad límite físicamente para tener hijos y que son autosuficientes económicamente.
El proceso, dicen estas autoras, es duro tanto para la mujer como para los hijos. La etiqueta social de madre soltera sigue mortificando a pesar de la apertura que se le ha dado a las familias no tradicionales. Que un hijo tiene derecho a tener un papá, no lo dudo, pero que éste debe cumplir con la obligación de darle amor, educación y sustento es algo que en algunos casos no sucede. La madre, aunque sola, puede proporcionarle al hijo todo esto y hacer de él un ser humano bueno y normal, lo he visto y creo que todos conocemos algún ejemplo.
Pero bueno, todavía me faltan algunos años para que mi reloj biológico me presione, y en ese tiempo todo puede pasar. Por lo pronto, les dejo el link donde Fernanda Tapia entrevista a las autoras de este libro, escúchenlo, está muy padre. http://prodigymsn.dixo.com/fernanda-tapia (es el podcast 111).

domingo, 29 de abril de 2007

La tía Gloria

Postrada en una cama de hospital se encuentra mi tía Gloria. Parece otra. En la familia bromeamos con su parecido a María Félix. Siempre con su cabello negro y largo, su rostro bien maquillado, sus brillantes joyas y su altivez de mujer que todo lo puede, que nada debe y nada teme. La he visto desde mi niñez enterrar a un ex esposo y como a tres novios. Siempre llegaba a visitarnos y contagiaba de burlesca alegría a quien se le pusiera enfrente. Es muy buena para poner apodos, a mí me dice 'Penélope' porque asegura que estoy "igualita" a la actriz española, yo sólo sonrío y la dejo seguir describiendo mis facciones y mi color de rostro. Y es que ella tiene una agudez envidiable para encontrar esos rasgos buenos o malos en cada uno, los más significativos.
Ahora se ve diferente. Usa una bata deslucida que contrasta con sus usuales y elegantes vestidos. Tiene la cara más blanca que la bata y sus gestos -qué extraño, nunca lo había notado- se contraen preocupados mostrando unas arrugas que golpean con dolor a quien la conoce: siempre contenta.
"Lo único que le pido a Dios es que pueda valerme por mí misma, que pueda bañarme sola y alguna vez sostenerme para cocinar", dice ante mi mirada perdida en un pasado reciente. Y es que ahora parecen tan lejana la imagen de la tía Gloria de porte recto y actitud enérgica. ¡Ha sido una María Félix en toda la extensión de la palabra!. "Ya no voy a poder ir a los bailes", dice partiéndome el corazón. Su mayor pasión son los bailes del Manuel Acuña, la fiesta, la música. Su voz (le fascina cantar) se seguirá oyendo, pero tal vez sus pasos no puedan volver a moverse al ritmo de un danzón, una noche, un viernes, no lo sé.
Su estado de salud delicado sólo nos afecta a nosotros, su familia. A mí me aflige una angustia egoísta. La misma que sentí cuando a mi padre le dio un segundo infarto. Todo parece estar igual hasta que una ráfaga de tragedia te escupe a la cara que el tiempo no perdona, ni a mi héroe, ni ahora a una gran inspiración de fortaleza femenina.
Que se recupere, deseo y espero.

lunes, 16 de abril de 2007

Mercado de carnes

Vestida con una diminuta falda pegada al cuerpo y un gran escote, una rubia baila sin ritmo ni sentido una canción de reggae mientras toma una bebida azul bautizada como blue tequila. Grita, salta y se alborota el cabello; se encorva hasta que su trasero sale del vestido y ofrece un panorama estimulante para quienes la miran. Un hombre la observa sonriendo y lanza miradas de complicidad a sus amigos. Se le acerca por la espalda y le agarra las nalgas, a lo que la rubia responde restregándoselas más a su cuerpo. Después, el hombre pone las manos en los pechos de la gringa y la levanta, en esa posición ella gira la cabeza y comienza a besarlo de una forma vulgar, que dista mucho de parecer apasionada.
Continúan un buen rato hasta que me aburro de observarlos. Los demás parecen igual de fastidiados con la escena y vuelven a lo suyo: tomar, bailar sin ritmo (porque los gringos no tienen nada de ritmo) y recorrer con la mirada toda la carne apetecible para esa noche.
-You are a beautiful woman, I have that to say it to you- me dice un gringo que aparece detrás de mí.
-Thank you- contesto al cumplido.
-You want to dance?- me pregunta mientras me agarra de la cintura y comienza a moverse al ritmo de la música. Me aprieta hacia su cuerpo y yo como que no queriendo, me zafo de sus manos para intentar platicar.
-Where are you from?- pregunto.
-Brooklyn... New York- me responde sin muchas ganas pues su concentración está en querer ver más allá de mi escote.
-You want to go to my hotel?- me dice directamente cuando descubre que mi inglés no es muy bueno.
-Now? Sorry, I don't believe that it can go- contesto y sonrío, pero su cara ya denota desesperación.
-I go by a drink-, dice y desaparece dejándome sola.
A los dos minutos lo veo atacando a otra presa, esta vez una gringa que enseguida lo abraza mientras bailan. Me río por dentro. Naturalmente no sé quien es ni lo que hace, no sé si es un gran empresario, un profesor o un estudiante. En nuestra corta charla me confesó que tenía veintiocho años. Él tampoco sabe nada de mí. Si lloro con las películas, si me gusta leer o si soy alérgica al polen. Nuestras únicas referencias son mi vestido cortito y su playera de "welcome to my space".
A la nueva mujer le importan poco estas divagaciones, unos minutos después ya están besándose en medio de la pista.
Regreso a la barra y continúo con mi dotación libre de micheladas. No se me antoja besar a hombres que no conozco. Ahora veo que estoy out, en otras vacaciones aceptaba con singular alegría el ritual de tener un amor de verano. Alguien que conocías por varios días, que de alguna forma te inspiraba un gusto y una magia diferentes, y lo mejor, que terminabas besando con esa mariposa en el estómago que revolotea con la esperanza de otra vez, pasados los años, volver a encontrarlo.
La carne sin sentido no me provoca ningún deseo ni sensación de placer. El episodio me hizo recordar una acalorada discusión que tuve con el escritor Julián Herbert (si alguien se lo encuentra me lo saluda porque tengo mucho de no verlo), donde ahora le doy la razón a una parte de su teoría: -no beso ni me acuesto con quien no me inspira una gran atracción-, a la que yo en esta ocasión le agregaría: -tampoco con quien no me une ningún sentimiento o emoción-.
El neoyorkino se llevó a la gringa a su hotel, supongo... yo regresé algo borracha a mi habitación.

miércoles, 4 de abril de 2007

fidelidad

He aquí un dilema. Conoces a un hombre con el que empiezas una buena conversación, es guapo o simpático y encuentras además cierta química entre los dos (podría ser también un hombre hablando con una mujer, pero sucede pocas veces lo que voy a relatar). Todo parece ir perfecto con el nuevo hombre cuando te suelta una gran verdad que para él es como decir simplemente qué religión profesa: no cree en la fidelidad. Tú tal vez, en ese momento, compartas con él la misma opinión y como suele pasarnos a las mujeres, dejes que diga sus razones y hasta las escuches intentando comprenderlas. En ese momento, claro, no le das mucha importancia pues es un hombre que apenas conoces. Siguen saliendo y de nuevo, como toda mujer, ves la posibilidad de iniciar una relación. Él acepta pero en varias ocasiones, ya sea entre la conversación como no queriendo o directamente, te vuelve a repetir que no cree en la fidelidad porque al fin y al cabo Dios lo hizo un animal salvaje. Está en su instinto, es su justificación. ¿Hasta dónde puedes dejar que llegue esa relación? Miles de ideas pasan por tu mente al principio: a mí no me lo va a hacer, ya está en edad de madurar o de sentar cabeza, es demasiado pronto para preocuparme por eso… Otros pensamientos intentan justificarlo: pues mientras no me dé cuenta, yo también podría serle infiel a él, creo que lo dice pero no lo hace… Las últimas y peores ideas son las que llegan a confundirte: tal vez él tenga razón y los seres humanos sí somos infieles por naturaleza.
Si llega a convencerte ¡felicidades!, entrarás a un mundo donde hay cosas más importantes que la fidelidad, y como le diría Frida Kahlo a Diego Rivera, “puedes serme infiel mientras me seas leal”.
La otra historia es cuando crees que aceptas la situación, pero a la hora de vivirla te das cuenta que el daño es más grande de lo que pensabas. Sufres con la idea de imaginártelo con otra, temes que se haya enamorado de ella y si no fue así y él quiere continuar, vives pensado que algún día eso inevitablemente ocurrirá. Y no digo que en una relación donde los dos creen en la fidelidad esto no suceda, pero es peor saber, como desahuciado, que eso finalmente pasará.
Es antes de iniciar algo con esa persona, supongo, cuando debes tomar la decisión de qué tanto se ajustará en tu vida una cuestión como la infidelidad. No es que nunca vaya a sucederte o que existan el hombre o la mujer perfectos que nunca sean infieles, pero tampoco se trata de poner ciertas expectativas en un hombre que usa la infidelidad como estandarte.
Un hombre que es infiel frecuente, lo hace y después no se da golpes de pecho. Es como llevar a un cristiano fanático a un templo budista y querer imponerle otro credo. Es probable que el cristiano llegue a considerar que algunas ideas de los budistas son buenas, pero en el fondo su verdadera creencia sigue siendo Jesús como el Mesías.
Así un infiel que escuche las razones por las que deseas que no caiga en el adulterio podrá decirte que lo acepta, pero su ideología seguirá siendo: “estoy en lo correcto, la fidelidad no es necesaria”.
Que si es o no es una cuestión inevitable e instintiva. No lo creo, por algo somos seres racionales. Todo está en el concepto que tengamos de la fidelidad. Si nos resulta atractiva porque nos gusta experimentar o si no la aceptamos porque sabemos que en esas situaciones alguien termina sufriendo. Que si se trata de aguantarnos como si fuera una dieta estricta, sí, tal vez, pero siempre hay que pensarlo antes de hacer algo que pueda afectar a otro en sus sentimientos, su confianza o hasta su salud: más del 70 por ciento de las mujeres han tenido, tienen o tendrán el Virus del Papiloma Humano (que provoca cáncer en la matriz) y la principal causa de transmisión es la sexual. Más del 50 por ciento de las mujeres infectadas con el VIH son esposas y madres de familia que se contagiaron porque su esposo les transmitió el virus.
Lo siento, pero sí creo en la fidelidad porque es cuestión de decisión y responsabilidad. Los hombres son fieles al trabajo o hasta a un equipo de futbol, así que su teoría del instinto no sustenta nada.

martes, 13 de marzo de 2007

José Emilio Pacheco

El viernes habrá en el Icocult una lectura de poemas con José Emilio Pacheco (eso si no se suspende como otros eventos...) Aprovechen los que puedan ir a verlo.

I
Que otros hagan aún / el gran poema / los libros unitarios / las rotundas / obras que sean espejo / de armonía. / A mí sólo me importa / el testimonio / del momento que pasa / las palabras / que dicta en su fluir / el tiempo en vuelo.

Que otros hagan ese gran poema, mientras José Emilio Pacheco fragua en el papel una guerra para combatir los demonios de la condición humana. Mientras él con su poesía escudriña los recovecos del alma, de la vida, de la muerte, de sus propios temores y regocijos.
Porque así es la poesía de Pacheco: íntima pero universal, sencilla pero enigmática, sin léxicos rebuscados, pero con pensamientos -entre líneas- indescifrables.
Su obra, mucho más prolífera en la poesía que en la prosa, la traducción y la investigación literaria, ha significado para muchos críticos una provocación de descubrir todo aquello que esconden sus letras.
Al escritor Mario Benedetti lo sorprende ese empeño de la crítica, esa terca búsqueda que pretende comprender cada verso del poeta.
"Para la crítica literaria la poesía de José Emilio Pacheco ha supuesto siempre una tentación de interpretación. Acicate más bien curioso, si se tiene en cuenta que el poeta mexicano ha usado siempre un lenguaje diáfano, de fácil captación... ¿Por qué entonces su poesía deja tanto espacio para la interpretación?".
En el "Ensayo sobre la poesía de José Emilio Pacheco", que redactó el escritor uruguayo para el libro "La Hoguera y el Viento, José Emilio Pacheco ante la Crítica" (Era, 1999), Benedetti atribuye este desafío a la capacidad del poeta de tocar fibras íntimas.
"En la poesía de Pacheco se hacen presentes, o simplemente transcurren, dudas, alusiones, sueños heterodoxos (siempre más cercanos a la pesadilla que al ensueño), textos ajenos, experiencias propias.
"Por otra parte se trata esta vez de un poeta sin soberbia, que no padece inhibiciones a la hora de confesar que no siempre alcanza a decir lo que quiere (Y no es esto / lo que quise decir. Es otra cosa.)".

II
Mi único tema es lo que ya no está / y mi obsesión se llama lo perdido / mi punzante estribillo es nunca más / y sin embargo amo este cambio perpetuo / este variar segundo tras segundo / porque sin él lo que llamamos vida / sería de piedra.

Entonces, ¿cuál es ese "algo" en la poesía de José Emilio Pacheco que obliga a la reflexión? Quizá sea el poeta imponiéndole un reto a la misma poesía.
"Este escritor pertenece a una generación literaria que ha enfrentado una preocupación genuina por los límites y transformaciones de la poesía contemporánea. Preguntarse por la naturaleza del poema no es hacer poesía sobre la poesía, sino indagar en su misma razón de existir", afirma el escritor Jorge Fernández Granados ("La Fábula del Tiempo. Antología de la Obra Poética de José Emilio Pacheco", Era, 2005).
Y al cuestionarse sobre la función del poeta, considera Benedetti, la astucia domina la obra de Pacheco, aunque siempre con auténtica franqueza.
"Hay en Pacheco un recurrente cuestionamiento de su función como poeta y aún de la condición básica, insustituible de la poesía. Y todo ello expresado con tal sinceridad, que no despierta en el lector ni siquiera la mínima sospecha de que acaso se trata de una hábil máscara autocrítica.
"Al fin y al cabo, el poeta se cuestiona a sí mismo, entre otras cosas porque lo cuestiona todo: el mundo, la vida, el poder, la muerte. Precisamente, el gran atractivo de esta obra poética es su constante bucear, con palabras conocidas, en lo desconocido".
Durante más de 40 años, Pacheco (México, 1939) ha explorado con sus versos el mundo interior y exterior; ha intentado además convivir con la existencia sin buscar verdades absolutas, lo que para otros resulta frustrante.
Su trabajo significa para él, si bien con humildad, su forma más grande de fortaleza espiritual.
"Con todo lo que pasa en el País y en el mundo se necesitaría mucha indiferencia o mucha insensibilidad para decir que uno es absolutamente feliz. En el caso de mi trabajo, tengo todo el respeto por mis textos pero no tengo el menor respeto por mí mismo y eso me permite modificarlos para hacerlos más claros", dijo en una entrevista en el 2000.
"Luego, 40 años después veo que he hecho en la vida lo que deseaba realizar, algo que sí es un motivo de satisfacción. Es decir, nada me apartó en ese lapso de lo que yo quería hacer cuando tenía 18 años."
Para encontrar esa estabilidad, que requiere además mantener la pasión viva por el oficio, José Emilio Pacheco ha debido recorrer un camino de autoexploración.
Si bien Fernández Granados considera que su obra ha transitado por diversas etapas, no relaciona este proceso con una mayor o menor madurez en el trabajo del escritor.
"Son más bien estrategias discursivas que el poeta ha explorado para alcanzar una muy notable riqueza de tonos. Por otro lado, es muy difícil señalar un momento o libro en el que pueda consignarse una cima definitiva de madurez, pues cada uno de sus libros, casi sin excepción, contiene numerosas piezas impecables", expresa.
Benedetti, por otro lado, señala que a partir de los poemarios "No me Preguntes Cómo Pasa el Tiempo" (1969), "Irás y no Volverás" (1973) y "Desde Entonces" (1980), el escritor afina y fortalece su capacidad de cuestionamiento, e incluso la expande a zonas de preocupación y compromiso social.
"Sin abandonar su desgarradora militancia contra la muerte, sino más bien consolidándola, Pacheco denuncia además la otra flagrante injusticia: la que puede ejercerse desde el poder, cruento o incruento, mudable o inmanente", dice en su ensayo.
Y su poesía, coincide Fernández Granados, seguirá estando vigente por esa búsqueda de respuestas sobre la existencia.
"Perdurará porque toca la raíz ancestral de la verdadera poesía de todos los tiempos: las grandes preguntas sobre la condición humana", dice el escritor y también poeta.

III
Soy y no soy aquel que te ha esperado / en el parque desierto una mañana / junto al río irrepetible en donde entraba / (y no lo hará jamás, nunca dos veces) / la luz de octubre rota en la espesura.

La obra de José Emilio Pacheco, quien además de poeta y traductor ha sido catedrático, periodista e investigador cultural, es reconocida ya en todo el mundo literario.
Ha sido galardonado con premios internacionales que han evidenciado su valioso camino por las letras, como el José Donoso (2001), el Octavio Paz (2003), el Ramón López Velarde (2003), el Alfonso Reyes (2003), el Pablo Neruda (2004), y en el 2005, el prestigiado premio de poesía Federico García Lorca, entre otros.
El viernes, el Instituto Coahuilense de Cultura le rendirá un homenaje a su trayectoria, aunque el poeta ha dicho en diversas ocasiones que su obra no ha trascendido fronteras.
"Estoy muy lejos de eso. Tengo unos cuantos lectores (y yo diría que en particular lectoras) en algunos lugares, pero es producto de la amistad: estoy muy lejos de ser conocido por el público lector en España y en Hispanoamérica", dijo cuando recibió el García Lorca.
Autodidacta en su profesión, Pacheco ha publicado, además de su obra en prosa, los poemarios "Los Elementos de la Noche" (1963), "El Reposo del Fuego" (1966), "No me Preguntes Cómo Pasa el Tiempo" (1969), "Irás y no Volverás" (1973), "Islas a la Deriva" (1976), "Desde Entonces" (1980), "Trabajos en el Mar" (1983) y "El Silencio de la Luna", poemas de 1985 a 1996.
En el homenaje que se le realizará en la Ciudad, Fernández Granados considera que hay ciertas virtudes del escritor y de su obra que deberán distinguirse.
"Entre varias más, por supuesto, hay dos que me parecen dignas de destacarse en este escritor: su vastísima cultura y versatilidad literaria, que ha abarcado prácticamente todos los géneros y los estilos del presente; asimismo, su intachable ética humana, demostrada una y otra vez en cada detalle y en cada página de su obra", expone.
Benedetti resume la importancia de la obra de Pacheco diciendo que las innumerables interpretaciones sobre su poesía son posibles porque su nivel literario es excelente.
"La poesía de José Emilio arropa la vida con el aliento de un héroe filosófico. Héroe, por supuesto, a pesar de sí mismo. Su poesía es coloquial, quién puede dudarlo, pero lo cierto es que dialoga con la porción más veraz, más cuestionadora y por fortuna más humana de nosotros mismos. 'Irás y no volverás', nos dice y se dice a sí mismo con escepticismo y determinación. Por supuesto, no volveremos, pero mientras vamos, sigamos su consejo: empuñemos la antorcha del fuego y prendamos fuego al desastre. Sólo así, mortales como somos, dejaremos constancia de nuestra expresa voluntad de no morir".

domingo, 4 de marzo de 2007

El reto de aceptar a los demás

Mahatma Gandhi promovió siempre el respeto entre los seres humanos y la tolerancia a las creencias de los demás: “Puesto que soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio”.
Otros políticos, pensadores o filósofos han señalado también que la diversidad de pensamientos merece ser aceptada por la humanidad. El propio Benito Juárez lo dejó muy claro en una máxima que se aplica en cualquier aspecto de la vida: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
La realidad, desgraciadamente, dista mucho de ver cumplidas estas buenas intenciones. Cada cabeza es un mundo y como tal, cada mundo defenderá su verdad como única. Las personas van logrando, con el paso de los años y las experiencias, hacerse de una identidad que las diferencie de los demás. Van delimitando sus preferencias, sus necesidades y su forma de satisfacerlas. Deciden en qué creer, en quién confiar, en qué trabajar, a quién amar. Eligen a sus amistades, adoptan ciertas costumbres y circulan por la vida anunciando que lo saben todo, o por lo menos, todo lo que las define como seres individuales. Admiro a esta gente, lo reconozco, porque es preferible saber lo que no quieres en la vida, aunque no sepas todavía hasta dónde buscas llegar. Pero, ¿qué pasa cuando estas personas quedan atrapadas en el egocentrismo y consideran que sólo su manera de pensar, de creer y de sentir es la correcta? ¿qué sucede cuando todos, alguna vez, en nuestro afán por defender lo que elegimos (que para nosotros es lo único correcto) juzgamos y pisoteamos las ideas o sentimientos de los demás?
Las corrientes ideológicas que no respetan ni consideran otros puntos de vista son las que tienen al mundo sumido en una constante guerra de identidades. Países grandes y chicos han visto morir a sus habitantes porque no aceptan la diversidad de religiones; políticos cegados por el poder creen que pueden -y merecen- controlar al mundo y a cuanto ser humano se encuentre en él.
Pero hay casos más específicos y cercanos a cualquier mortal, que se dan en un mismo trabajo, con un mismo grupo de amigos o en la familia, donde es cansado lidiar con las ideas “correctas” de los demás. Resulta desgastante que la gente siempre busque un motivo -una elección de mal gusto, un comentario “políticamente incorrecto”, una acción fuera de lugar o una decisión errónea- para desacreditar a alguien, como si estuviera esperando el momento preciso para señalar que esa persona no es digna del aprecio de los demás.
¡Vivan y dejen vivir, señores! No hay nada mejor que disfrutar la infinita cantidad de opiniones y formas de pensar de los seres humanos. Hay que aceptar a cada individuo, si deseamos su presencia en nuestra vida, sin juzgarlo ni intentar hacerlo cambiar. Y si saben que les será difícil convivir con alguien que posee ideales muy diferentes a los suyos, respétenlo, y con una sonrisa, aléjense sin hacer ningún daño.

sábado, 24 de febrero de 2007

Pequeña Miss Sunshine

Cómo les gusta a los gringos hablar de ellos mismos. En una comparación con México, premiar mañana a Pequeña Miss Sunshine como Mejor Película sería como darle el Óscar mexicano a Todo el Poder o Un Mundo Maravilloso, que son cintas que intentan hacer una crítica social pero que muchas veces resultan obvias y repetitivas.
Este último punto no es el caso de Pequeña Miss Sunshine, pues en realidad las críticas que hace de la sociedad estadounidense -y en general de cualquiera que viva inmersa en un mundo consumista- son frescas y divertidas (del estilo sarcasmo-humor negro), aunque esto no la salva de seguir siendo una película que abusa de los estereotipos.
La historia trata de una niña que sin ser hermosa consigue pasar a un concurso regional de belleza infantil y su familia debe viajar con ella a California por diversas razones: el abuelo porque es quien la preparó para el certamen, el papá porque todo lo que sea competencia lo ve como un reto, y la mamá simplemente para no decirle que no a su pequeña. Al viaje se les unen otros dos miembros de esta típica familia estadounidense (aunque después de todo no resulta tan típica), el tío, un homosexual que al perder al amor de su vida intenta suicidarse, y el hermano de la niña, un joven de quince años obsesionado con Nietzsche que odia a toda la humanidad, incluyendo a sus propios congénitos.
Durante el trayecto todos ellos van sacando a flote sus más profundos conflictos emocionales, para al final darse cuenta que la familia, aunque no se elige, es quien te apoyará en todo momento.
Suena cursi mi explicación, pero en realidad la película no lo muestra así, salvo por una escena donde todos apoyan a la pequeña Olive en la prueba de talento del concurso.
No niego que la cinta sea buena, que tiene un guión bastante interesante y bien fundado, que resulta divertida con un humor muy inteligente, y que tal vez hasta logre mostrar grandes desequilibrios de las familias disfuncionales de la época actual. Sin embargo, no creo que sea una película para la posteridad, y en ese sentido, el Óscar es un premio que debería, en teoría, reconocer a esas películas hermosa, brillantes, llegadoras, artísticas y creativas.
Es probable que esta cinta gane mañana, porque los gringos como lo dije (y son sus premios, debemos aguantarnos) son los más grandes ególatras del planeta. No importa si una cinta habla mal o bien de ellos, mientras los distinga del resto del mundo como si fueran un modelo o hasta un antimodelo a seguir, preferirán con gozo reconocerla.

(Para mí si no es ésta, ganan las Cartas desde Iwo Jima)

Retumba el viento

El viento golpea la ventana
retumba el vidrio
como un fantasma soplando
aire frío en una oreja.
Adentro no hay sonidos
nada se siente
nada se escucha.
Afuera la vida chilla mortuoria.
Hay música de fiesta
lejos, vulgar, remota.
Cerca sólo el aire
que estremece ramas y hojas.
Un par de perros
muchos ladridos
uno adolorido
otro rabioso
noche eterna de aullidos
siempre, en todas partes.
Una cancioncita pegajosa
un auto lento
un transeúnte indiscreto.
El tren pita
sus llantas gimen entre hierros.
Después, nada se escucha.
Sólo el retumbar del vidrio
un fantasma
soplando en el oído.
La ventana, el murmullo
la melancolía, el silencio.

martes, 13 de febrero de 2007

Martes 13

Para los antirománticos como yo, el 14 de febrero promueve en forma exorbitante todo lo que odiamos en la vida. Cursilerías empalagosas, apodos insufribles, regalos inútiles como peluches y tarjetas, falsedad e hipocresía con personas que ni siquiera son del agrado de uno y que de igual forma se les desea un "feliz día del amor y la amistad".
Pero oh! sorpresa, que un día antes de esta "finísima" celebración, se nos viene encima un martes 13. No soy supersticiosa, pero a algo tengo culpar de mi espantosa, ESPANTOSA, suerte de día.
Desperté como cualquier mañana, con sueño, hambre, flojera y medio embobada, y con una nueva amiga en mi rostro angelical que se asomaba a saludarme. Corrí al espejo porque hasta la cabeza me dolía con aquella protuberancia. Así es, cual puberta, a mí se me acomodaba más aquella frase de "te salió una frente en la espinilla". Tranquila laurita, me dije, no hay nada que el maquillaje no pueda ocultar, así que me olvidé del asunto y me preparé para ir al gimnasio.
Pero oh! sorpresa, que cometí el "costoso" error de dejar mis llaves encerradas en la recámara. Llaves de la entrada, del candado del portón y de mi amado automóvil. Ni modo, me dije, esas cosas le pasan a cualquiera. Así que decidí saltar la reja de mi casa para poder buscar a un cerrajero. ¡Estoy relatando esta historia de milagro!. Descubrí -lo malo fue que ya estando arriba- que ya no tengo la habilidad ni la dulce experiencia de los siete años. Subí valiente hasta el tope de la reja, pero nunca consideré que para bajar necesitaba controlar los nervios y darme la vuelta. Media hora de mi vida aproveché allá arriba para valorar, como nunca, lo hermoso que es tener los pies en la tierra. Cada que intentaba decidirme a bajar, las manos comenzaban a temblarme y me arrepentía. Y ya ni cómo dar marcha atrás a mi aventura. Logré bajar y volver a creer en Dios, las dos cosas al mismo tiempo.
Feliz por mi intrepidez (que nunca volveré a repetir), caminé de mi casa a la Avenida Universidad para encontrar al cerrajero, y ahí, frente a cientos de adolescentes que salían de la Secundaria 4, descubrí que todo era obra del martes 13: el tobillo se me dobló y no pude controlar la fuerza de gravedad. Supongo que mis intentos de sostenerme en pie fueron los que causaron las primeras y más fuertes carcajadas, después, como en cámara lenta, logré caer como bulto al suelo y darme un santo trancazo que no me dolerá tanto como mi dignidad. Me levanté de prisa e intenté no voltear a ver a ninguno de los mocosos desgraciados que se reían sin inhibiciones en mi propia cara. Ni modo, pensé, la culpa la tiene este día.
Y así concluyó mi jornada matutina hasta llegar al trabajo. Cuando creía que en ese lugar podía estar a salvo del karma del martes 13, ciertos conflictos laborales me hicieron darme cuenta que estaba equivocada. Toda una tarde estresante, de malos entendidos, de ilustraciones que no concordaban con los reportajes, de cambios y cambios de esquemas y de espacios, de vueltas, sudor y odios reprimidos.
El saldo fue el siguiente: Una espinilla roja y dolorosa en mi frente, docientos pesos perdidos en el cerrajero, un orgullo dañado por las burlas de los idiotas que hasta gritaron ¡suelo!, y un mail pidiendo explicaciones de por qué Universitarios se mandó tan tarde.
Nunca pensé decirlo, pero espero con ansia el 14 de febrero.

De Ana Karenina a Érika Ortiz

En la novela de Leon Tolstoi, Ana Karenina sufre las consecuencias de sus actos. Sumida en un matrimonio basado en las apariencias y no en un sentimiento que la une a su esposo, Ana se enamora perdidamente de Wronsky, con quien mantiene un romance secreto. Cuando queda embarazada de éste, Ana decide confesarle a Karenin su infidelidad, con lo que consigue el divorcio y una vida nueva -aunque nada aceptada por la sociedad rusa- al lado del que considera el amor de su vida. Ana tiene dos hijos, uno concebido en su matrimonio y una bebé nueva con Wronsky, pero ni el amor de madre es para ella una razón de vivir, así que cuando su amante comienza a ignorarla, Ana no puede soportarlo y en un momento de locura se tira a las vías del tren.
Al parecer esta novela, publicada en 1877, expone un tema que no pasa de moda: la depresión en cualquier época y la necesidad de los seres humanos de sentirse amados. Fue el caso de la hermana de la Princesa Letizia, Érika Ortiz, quien terminó hace unos días con su vida y quien lo hizo, dicen, por no haber superado la separación de su esposo.
Pareciera que los tiempos han cambiado, que historias como la de Ana Karenina o Madame Bovary (quien también decide suicidarse cuando es rechazada por sus amantes) están ya alejadas de la realidad.
Es verdad que en la actualidad las mujeres son más independientes y tienen en la vida otras prioridades además del amor. Si Ana Karenina hubiera vivido en nuestra época, lo mejor que podría haber hecho era rentar una casa, conseguir un trabajo, luchar por la custodia de sus dos hijos y seguir, aunque sola, viviendo el día a día.
Si cuando leí estos dos clásicos de la literatura me pareció inverosímil que las dos mujeres se quitaran la vida por desaires amorosos aún teniendo hijos, me llevé una gran sorpresa al enterarme de la muerte de Érika y de la de Anna Nicole Smith (aunque de ésta todavía no se sabe si fue suicidio), pues también dejaron huérfanos a sus dos bebés. La ficción siempre es superada por la realidad, digo ahora.
El miedo es más grande. No es entonces la sociedad quien juzga y obliga a la gente a actuar de manera impulsiva. No es la falta de libertad la que condena a las personas a elegir una falsa salida. Ahora tenemos apertura de creencias, aceptación a las diferentes formas de vida, libertad de elegir lo que queremos y a quien queremos tan sólo guiados por los sentimientos. Pero nada de esto parece ser suficiente. La depresión, que dicen es el mal de la época, dio un giro de 180 grados.
Si Ana Karenina y Madame Bovary se quitaron la vida por no encajar en una sociedad hermética como la de hace más de un siglo, ahora Érika, y tal vez hasta Anna Nicole, lo hicieron justamente por lo contrario. El vacío se vive igual en cualquier sociedad que no controle los límites y termina muchas veces con las mismas consecuencias.
Yo diría que el mal de la época, como lo estableció Darwin, es la simple selección natural. Ya sea por esclavitud o por tanta libertad, sólo los que sepan manejar su propia existencia permanecerán vigentes en un mundo sediento de tragedia. No hay que darle el gusto.

miércoles, 31 de enero de 2007

De París, cada quién su corto

Cuando leí la reseña de “París, yo te amo” supe que iba a ver una película completamente cursi. Muchas historias de enamorados en la ciudad más romántica del mundo, dejándose arropar por la luz de la luna, la música de un saxofón y la imagen de fondo de la Torre Eiffel. Y así fue, la mayoría de los cortos que componen la película son historias románticas que aunque vistas en miles de ocasiones y en diferentes escenarios, siguen siendo cien por ciento cursis.
Lo que no pensé es que tanta cursilería contagiaría a quienes ven esta cinta, con el único requisito indispensable de conservar todavía un poquito de corazón.
Comencé por ver la película intentando ignorar mi lado irónico y amargado, y sacando a flote lo poco que me quedaba -yo pensaba- de capacidad optimista para creer en el amor. Pero hay momentos en que uno debe tirar la toalla y aceptar esas lecciones que otras personas te ofrecen, aún inconcientes de tu existencia. Y yo recibí mi momento de extraña alegría cuando volteé de reojo a ver a la señora sentada a mi lado. Tendría ya unos sesenta años y estaba profundamente dormida, por dios que casi roncando. Sonreí por reflejo, pero después vi que a su lado, su esposo la agarraba de la mano y de vez en cuando le susurraba aspectos de la película. Volví a sonreír. Mi convertí en una buscadora morbosa de momentos románticos. Observé también que atrás de mí, una chava lloraba con llanto reprimido para evitar que sus amigas la vieran. Fue en un corto medio surrealista donde dos mimos se encuentran y descubren que son tal para cual, muy al estilo de la frase “siempre hay un roto para un descocido”. Creo que hasta me perdí de algunas escenas de la película. Varias parejas se besaban, otras solamente se lanzaban miradas cómplices y hasta la mayoría de los hombres, protegidos por la oscuridad del cine, sonreían con las historias más triviales y románticas. Me puse a imaginar entonces que cada quién estaba filmando en su mente su propio cortometraje romántico. Me pareció una buena idea, pues si no existen ya reglas para hacer de la vida una historia escrita de antemano, donde todo es tan simple como crecer, casarse, tener hijos y trabajo, entonces la gente debe encontrar sus propios refugios para seguir creyendo que la felicidad es una verdad alcanzable. La vida puede ser para la mayoría una larga película de amor con todos sus encantos y tormentos. Para otros, la vida no es más que muchos cortos, muchos instantes de felicidad momentánea y sentimientos pasajeros, donde la mejor parte es siempre esperar a que una nueva historia llegue y ahora sí, logre sorprenderlos.

domingo, 28 de enero de 2007

Sólo porque alguien me la recordó...

Para un escritor

Y seguiremos coexistiendo en el hábitat nocturno
...nos seguiremos asfixiando así, hasta distinguir las formas
las tuyas y las mías, imperfectas)

Vigorosa de urgir y aparentar me encuentras,
capaz de prolongar los embozos
en el circo humano (ingenuo, por cierto),
en el quimérico espacio:
donde la amistad no es nuestra ni nos toca
(donde el sentimiento nos rechaza),
donde mis ojos vacíos no contemplan la desgracia.

Me deslizo por tu vientre sin palabras,
(no sé qué más decir) no digo nada.
Es que lo sé, sigue la espina,
veo tu herida sangrante de palabras,
(siempre sangran las letras en tu cuerpo y las contemplo ávida de muerte)
(luego me arrepiento)

En silencio me encuentras
(no te importa la realeza de la carne, sólo está cuando la tocas)
y así me besas los pasos...
me carcomes en instantes y luego me deshechas
(lo sé, me doy cuenta)

Lo sé...
porque la mente tuya es tan predecible (escritor al cabo),
y en las manos tuyas tiembla la pluma,
no puede alcanzar el orgasmo cargado de arrogancia
(el miedo siempre a quedar desprotegido,
a ser uno menos donde no hay mas que menores y peores y huecos en el alma).

Desde mi rincón te observo
¡no estoy aquí porque no miras!
y no miras porque soy inexistente,
porque en el papel no tengo forma
y es preciso dármela antes de salir a contar
que hay vida y sexo (y especies “lindas”).

Me subyugas con suspiros amortiguados de esperanzas
(sólo así se consigue someter a la arpía
que respira y vive de carroña)
Levanto la vista y observo el circo,
estamos ahí pero siempre a la distancia.
(tú domador y yo bestia clandestina)

Qué insensatos y reprimidos,
(qué desconocidos somos cuando no hay obscenidades)

Y al final, descargamos al demonio
en la misma cama (piensa en mí como vocablo,
yo pensaré en ti como un sobreviviente de la masa que nos come).
Se fusionan las mentes en un encuentro prematuro,
sólo unos segundos:
y somos por primera vez dos seres existentes...

...pero en la oscuridad mascas palabras,
(mientras yo me trago la verdad del mundo).

Así somos y así nos vemos,
así nos encontramos.
Eres escritor y yo alimaña pasajera,
que mira y come tus palabras.
(que succiona la esencia de las letras)
(me alimentas).

jueves, 25 de enero de 2007

Sobre Babel

Ayer Carmen Aristegui presentó en su programa a dos críticos de cine para que dieran sus predicciones sobre las películas de mexicanos nominadas al Óscar. Como suele sucederme, no recuerdo el nombre de uno de los críticos, aunque sí sus tajantes opiniones sobre “Babel”. No me considero una persona capacitada para poder hacer juicios académicos sobre cine, pero me gusta defender las películas que disfruto como simple espectadora. Este crítico -bastante malhumorado por cierto- consideró a “Babel” como la cinta más “aberrante” -lo cito con exactas palabras- mal intencionada y aburrida que jamás haya visto. Y no voy a decir que “Babel”, ni siquiera por ser obra del guapo González Iñárritu, sea una de mis películas favoritas o que haya cambiado mi vida como tal vez lo han hecho otras (no diré cuáles porque además de simple espectadora, soy mujer, y mis más profundos y emotivos sentimientos harían que esta opinión fuera menos confiable). Pero sí quiero comparar mis puntos de vista con los de él sobre esta cinta, que aunque buena o mala, para nada me resultó aburrida. Este crítico comentó ante la cara perpleja de Aristegui, que la película de González Iñárritu era completamente racista, y que su único objetivo era darle a una sociedad amante de lo racista como la de Estados Unidos, justo lo que quería. Dijo que esta cinta era una ofensa total para las sirvientas mexicanas que trabajan en Estados Unidos, y que el mensaje para los gringos, es que si éstos dejan a sus hijos al cuidado de una mujer mexicana, lo único que obtendrán es que sus pequeños terminen en una fiesta de rancho y después, inevitablemente, perdidos en el desierto. También dijo que González Iñárritu considera que todos los niños marroquíes traen el terrorismo en los genes, y que por eso lo desarrollan desde temprana edad, sea cual sea su intención. Para rematar, opinó que el director mexicano se embelesó con la tecnología de Japón, mientras que dejó a México con una imagen tercermundista muy promotora del cliché de nuestros tiempos. Mi primera reacción fue ponerme a pensar en si las palabras de este crítico eran o no razonables. Después hice memoria de cómo capté yo esta película y del mensaje que me dejó después de verla. Para mí, Adriana Barraza representó a una mujer mexicana como muchas que trabajan en Estados Unidos: cariñosa, confiable y buena con la familia a la que sirve. Pensé que el mensaje era que estas mujeres terminan por ser segundas madres de los niños a los que deben cuidar, y que además, las une a ellos no sólo el deber del trabajo, sino un gran amor hacia ellos. Así conozco de hecho, a varias mujeres que me parecen sorprendentes y que no han salido en ninguna película. Entendí también que los niños de Marruecos eran simples niños sin ninguna intensión violenta, y que al ponerle un rifle a cualquier menor, no es posible esperar que no sucedan accidentes lamentables. Además, me hizo ver que los prejuicios sobre el Medio Oriente están tan arraigados, que lo más fácil es creer que un accidente como el que sucede en la cinta es cuestión de terroristas. Y sobre la imagen que proyecta de México y de Japón, no puedo más que decir que el director no comparó dos lugares similares, sino dos espacios específicos con una cultura específica: Tokio, un mero eje tecnológico, y la frontera mexicana, una urbe influenciada por dos culturas diferentes y miles de problemas políticos. De hecho, mi mente se concentró más en la historia japonesa por lo abstracto de su mensaje, que en esta clase de comparaciones.
Entiendo que habrá quienes se identifiquen más con la versión fatalista del crítico que salió con Aristegui, hasta sea cierto tal vez que González Iñárritu sea un narcisista capaz de vender su propia identidad y la de su pueblo con una fórmula que le garantice el reconocimiento de los gringos y por qué no, un premio de su Academia. Pero prefiero esta vez quedarme con mi interpretación de “Babel”, pues aunque gane o no gane algún premio, me parece simplemente una visión más optimista.

Y sobre El Laberinto…
Ahí sí, espero que se gane el Óscar a Mejor Película Extranjera, aunque sea solamente por la escena del cuento de la rosa. Me encantó esta película.

sábado, 20 de enero de 2007

La sonrisa de Moreira

Nada más grato que llegar de una estresante ciudad como Monterrey al dulce y tranquilo hogar en Saltillo, y qué mejor, si desde el límite donde inicia Coahuila te recibe, inmensa y a todo color, la sonrisa bondadosa de nuestro gobernador Humberto Moreira. ¡Qué alivio sentí cuando vi su cara amable invitándome a entrar a la tierra de las oportunidades (y ahora también de los puentes)! Hasta comencé a conducir con mayor regocijo. Pero la imagen del "profe" se iba diluyendo en mi mente... Sin embargo, de nueva cuenta el señor gobernador pensó en todo, principalmente en nosotros, los pobres viajantes desamparados que necesitamos sentirlo cerca en cada kilómetro de la carretera. Así que unos metros después regresó -aún más grande-, la cara de Moreira en otro asombroso anuncio publicitario. Éste además tenía la noble tarea de informarme sobre los logros de la administración del "gobierno de la gente". Que si compraron pizarrones en una escuela o si abrió un nuevo Seven Eleven en la ciudad... ¡grandes noticias que hay que dar a conocer, de forma "espectacular" literalmente, a todos los que lleguen a tierra saltillense! Desde ahí la carretera fue como un sueño surrealista, parecía yo Dorothy trotando feliz por el camino amarillo. Cada pocos metros encontraba emocionada otra vez a mi gobernador Humberto Moreira. Siete veces sólo en la entrada a Saltillo. Siete veces me topé con un enorme e ilustrativo anuncio publicitario de nuestro dirigente estatal, con una sonrisa digna de Colgate. Me daban ganas de platicar con él al verlo tan cerca y tan accesible. Señor gobernador, no haga caso a esos insistentes periodistas que sólo quieren perjudicarlo, no les siga su juego, digo, su supuesta investigación. Usted y su tío, mientras construyan fuertes y atinados puentes en la entidad, no necesitan de licitaciones. ¿Para qué requiere esa empresa constructora otros contratos en la República, si con los que tiene firmados con el gobierno de Coahuila por más de 50 millones de pesos se dará a basto por algunos años?. Tampoco se preocupe por la inconformidad de la ciudadanía por los 26 millones de pesos desembolsados para darles su debido bono a los maestros, y mucho menos -porque esas son cuestiones diminutas- se mortifique con las constantes quejas de la población que día a día se ve afectada por la mala planeación de vías alternas en sus obras monumentales: los inmensos y prioritarios puentes que se están construyendo ¡a toda velocidad! en la salida a Monterrey. La corrupción en éste y en otros sectores, el bajo nivel educativo en el que se ha registrado a Coahuila y demás problemáticas estatales no deberían quitarle el sueño, pues por lo menos, su sonrisa acompaña día a día a los saltillenses. Pero claro que con ofrecernos su rostro en cada esquina y en tamaños descomunales, lo único que quiere es obtener nuestra confianza. Dejarnos ver que con esa sonrisa no puede ser mas que un amigo o un padre para nosotros. Porque seguramente, pensará, eso fue lo que le faltó a Enrique Martínez en su lucha por la Presidencia, haber intentado hipnotizar a los viajantes con su rostro angelical, y eso usted, aunque con nuestro dinero, ha sabido hacerlo muy bien por todo Coahuila.

jueves, 11 de enero de 2007

la plaza

Nos encontramos vencidos en esta plaza, donde han muerto ya tantos poetas. Un aire desganado nos roba las palabras. Nos miramos sin futuro, sin recuerdos, sin historia.

No atisbamos el miedo ni escuchamos la fallecida espera. Solos ahí, nos encontramos después de la batalla: innecesaria, desgastante y perdida de antemano. Tanto tiempo ya, tantas ganas y amor desperdiciados… tanto jugar a vivirnos en la muerte.

Llegamos a esta plaza moribundos, nos vemos más allá y acá, nos tocamos cual si hubiera eternidad, farsas vidas felices y soleadas.

Pero en la caída al suelo, sobre las reales tumbas, no quedan ya alientos de deseo ni reclamos. La historia se esfuma en nuestras caras, se burla y despelleja cualquier rastro de esperanza, y contempla nuestras sombras en fragmentos.

viernes, 5 de enero de 2007

Me preguntas que cómo me olvidas. Muy fácil.
Escupe como yo, el corazón en la acera,
luego patéalo a la alcantarilla más cercana.

jueves, 4 de enero de 2007

Ella

Rezan almas confundidas,
y en su camino acompañan
una pequeñita cesta blanca,
adornada con plegarias
de inocentes y suicidas.

Velan ángeles su esencia,
en castillos encantados
donde vive la inocencia.
Ahí van, con ella envuelta
entre sedas y condenas.

Ya no llora, ya no canta
sólo existe en la conciencia.
Permanece intacta,
irreversible,
temerosa de la nada.

Pero ella calma al cielo
sosegada, casta y sabia;
ya las almas la acompañan
y en la tierra,
un vacío la reclama.

miércoles, 3 de enero de 2007

Tu mirada

Arden crueles tus pupilas,
sonríen cínicas
mientras penetran en el alma.
Te aferras a mi cuerpo
con malicia, insolente.
Deseas mi muerte
y enterrarme debajo de tu cama.
Nos besamos con los ojos
abiertos, conectados
a un mundo de apariencias.
Pero cómo no arriesgar la vida,
si de tu vista vivo
y sufro y me alimento.
Me lanzo al vacío de tus ojos,
me aferro a ellos, nocivos,
dispuestos a sorber mis lágrimas.
La herida sangra tibia
y mis ojos no caducan,
contemplan mansos tu mirada.
Me quedaré muerta en tus ojos,
me enterraré yo misma
en la caverna de esa mente
que aniquila lo que ama.
No importa ya que mi sangre
resbale por tus muslos,
ni que mi dolor te cale
en las ganas y en los huesos.
No importa ya que esta vela
se apague entre tus manos…
porque yo reencarnaré en tus ojos,
y ahora sí, hazte a la idea,
miraré a través de tu mirada.

martes, 2 de enero de 2007

Un año más

Muchos se alegran de que exista el año nuevo para decir, aunque esto no sea verdad, que una oportunidad nace para volver a empezar. Mudar la piel. Reiniciar la existencia. Cargar el alma con quiméricas esperanzas, muchas de ellas basadas en simples conjeturas y sin previsión alguna de cómo conseguirlas.
En esa dimensión eufórica donde todo es buenos deseos, propósitos y exuberantes promesas, también coexisten los seres escépticos -los que creen saberlo todo-, que consideran que el tiempo es sólo tiempo, y que el final de un año es simplemente una marca en el calendario, un fastidio que deprime cuando se piensa de forma negativa: “es tiempo que ya no regresa”.
El año nuevo es para nosotros lo que un balance general para los contadores. Una fecha límite para poner un alto (y ya lo hacemos hasta de forma mecánica) y efectuar un recuento de lo vivido. Esta fecha sólo invita a reflexionar sobre los logros y fracasos de un periodo determinado. 12 meses, 52 semanas, 365 días, 8 mil 760 horas de vivir la vida como sabemos, o como ella misma nos deja hacerlo. Si nos va bien, en nuestro repaso lograremos detectar aquellos errores que impidieron nuestra felicidad, y si tenemos aún más suerte, el cerebro -aunque cansado de tanta celebración- conseguirá procesar los motivos de nuestros actos y enviará un mensaje a nuestra mente: “no debes volver a hacerlo”.
He aquí un año más que se fue y otro que llega. De forma automática hacemos lo mismo que todos los años. Recordamos a los que ya no están con nosotros, revivimos los momentos a su lado y una oleada de tristeza nos consume por unos momentos; evocamos las tragedias del año, las pérdidas materiales y emocionales, y nos llenamos de valía para decir, aunque sea únicamente la noche del 31, que esperamos para el siguiente año cosas mejores.
Para otros es menos soportable toda esta faramalla de explosiones optimistas. No encuentran calificativos benévolos para el año que concluye, sólo “jodido”, “desgastante”, “injusto” o “trágico” pueden definirlo. Y las esperanzas para que el siguiente año mejore tampoco son alentadoras. ¿Por qué una fecha hará la diferencia para mí, que paso mi vida postrado en una cama? ¿Quién me asegura que ahora sí conseguiré trabajo? ¿En qué influye el cambio de año, si los últimos cuarenta he estado sola? ¿Quién dice que otro año me ayudará a descubrir mi razón de vivir?
Es humano admitir, sin temor al desconcierto de la gente optimista, que el año que termina fue terrible y decepcionante. Algo de inteligente tendrá aceptar que es probable que en este año tampoco se resuelvan por arte de magia nuestros problemas. Pero actuaremos con sabiduría si continuamos descifrando los misterios de la vida. Si aprendemos de las experiencias de los años malos y comprendemos, muy a pesar de los desenfrenos predispuestos por una sociedad autoritaria, que la felicidad se construye día a día… que si seguimos el camino buscando la forma correcta, nuestra labor rendirá frutos sin importar la época del año y estos cambios, es seguro, sobrevivirán más que los propósitos: sólo los primeros días de enero.