martes, 13 de febrero de 2007

De Ana Karenina a Érika Ortiz

En la novela de Leon Tolstoi, Ana Karenina sufre las consecuencias de sus actos. Sumida en un matrimonio basado en las apariencias y no en un sentimiento que la une a su esposo, Ana se enamora perdidamente de Wronsky, con quien mantiene un romance secreto. Cuando queda embarazada de éste, Ana decide confesarle a Karenin su infidelidad, con lo que consigue el divorcio y una vida nueva -aunque nada aceptada por la sociedad rusa- al lado del que considera el amor de su vida. Ana tiene dos hijos, uno concebido en su matrimonio y una bebé nueva con Wronsky, pero ni el amor de madre es para ella una razón de vivir, así que cuando su amante comienza a ignorarla, Ana no puede soportarlo y en un momento de locura se tira a las vías del tren.
Al parecer esta novela, publicada en 1877, expone un tema que no pasa de moda: la depresión en cualquier época y la necesidad de los seres humanos de sentirse amados. Fue el caso de la hermana de la Princesa Letizia, Érika Ortiz, quien terminó hace unos días con su vida y quien lo hizo, dicen, por no haber superado la separación de su esposo.
Pareciera que los tiempos han cambiado, que historias como la de Ana Karenina o Madame Bovary (quien también decide suicidarse cuando es rechazada por sus amantes) están ya alejadas de la realidad.
Es verdad que en la actualidad las mujeres son más independientes y tienen en la vida otras prioridades además del amor. Si Ana Karenina hubiera vivido en nuestra época, lo mejor que podría haber hecho era rentar una casa, conseguir un trabajo, luchar por la custodia de sus dos hijos y seguir, aunque sola, viviendo el día a día.
Si cuando leí estos dos clásicos de la literatura me pareció inverosímil que las dos mujeres se quitaran la vida por desaires amorosos aún teniendo hijos, me llevé una gran sorpresa al enterarme de la muerte de Érika y de la de Anna Nicole Smith (aunque de ésta todavía no se sabe si fue suicidio), pues también dejaron huérfanos a sus dos bebés. La ficción siempre es superada por la realidad, digo ahora.
El miedo es más grande. No es entonces la sociedad quien juzga y obliga a la gente a actuar de manera impulsiva. No es la falta de libertad la que condena a las personas a elegir una falsa salida. Ahora tenemos apertura de creencias, aceptación a las diferentes formas de vida, libertad de elegir lo que queremos y a quien queremos tan sólo guiados por los sentimientos. Pero nada de esto parece ser suficiente. La depresión, que dicen es el mal de la época, dio un giro de 180 grados.
Si Ana Karenina y Madame Bovary se quitaron la vida por no encajar en una sociedad hermética como la de hace más de un siglo, ahora Érika, y tal vez hasta Anna Nicole, lo hicieron justamente por lo contrario. El vacío se vive igual en cualquier sociedad que no controle los límites y termina muchas veces con las mismas consecuencias.
Yo diría que el mal de la época, como lo estableció Darwin, es la simple selección natural. Ya sea por esclavitud o por tanta libertad, sólo los que sepan manejar su propia existencia permanecerán vigentes en un mundo sediento de tragedia. No hay que darle el gusto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tienes razón: a qué morir por un desamor???? Entreguemos nuestro corazón a alguien más y punto, no importa si en ello se nos va la vida!!!!!