miércoles, 31 de enero de 2007

De París, cada quién su corto

Cuando leí la reseña de “París, yo te amo” supe que iba a ver una película completamente cursi. Muchas historias de enamorados en la ciudad más romántica del mundo, dejándose arropar por la luz de la luna, la música de un saxofón y la imagen de fondo de la Torre Eiffel. Y así fue, la mayoría de los cortos que componen la película son historias románticas que aunque vistas en miles de ocasiones y en diferentes escenarios, siguen siendo cien por ciento cursis.
Lo que no pensé es que tanta cursilería contagiaría a quienes ven esta cinta, con el único requisito indispensable de conservar todavía un poquito de corazón.
Comencé por ver la película intentando ignorar mi lado irónico y amargado, y sacando a flote lo poco que me quedaba -yo pensaba- de capacidad optimista para creer en el amor. Pero hay momentos en que uno debe tirar la toalla y aceptar esas lecciones que otras personas te ofrecen, aún inconcientes de tu existencia. Y yo recibí mi momento de extraña alegría cuando volteé de reojo a ver a la señora sentada a mi lado. Tendría ya unos sesenta años y estaba profundamente dormida, por dios que casi roncando. Sonreí por reflejo, pero después vi que a su lado, su esposo la agarraba de la mano y de vez en cuando le susurraba aspectos de la película. Volví a sonreír. Mi convertí en una buscadora morbosa de momentos románticos. Observé también que atrás de mí, una chava lloraba con llanto reprimido para evitar que sus amigas la vieran. Fue en un corto medio surrealista donde dos mimos se encuentran y descubren que son tal para cual, muy al estilo de la frase “siempre hay un roto para un descocido”. Creo que hasta me perdí de algunas escenas de la película. Varias parejas se besaban, otras solamente se lanzaban miradas cómplices y hasta la mayoría de los hombres, protegidos por la oscuridad del cine, sonreían con las historias más triviales y románticas. Me puse a imaginar entonces que cada quién estaba filmando en su mente su propio cortometraje romántico. Me pareció una buena idea, pues si no existen ya reglas para hacer de la vida una historia escrita de antemano, donde todo es tan simple como crecer, casarse, tener hijos y trabajo, entonces la gente debe encontrar sus propios refugios para seguir creyendo que la felicidad es una verdad alcanzable. La vida puede ser para la mayoría una larga película de amor con todos sus encantos y tormentos. Para otros, la vida no es más que muchos cortos, muchos instantes de felicidad momentánea y sentimientos pasajeros, donde la mejor parte es siempre esperar a que una nueva historia llegue y ahora sí, logre sorprenderlos.

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